
Crónica Cultural por Martín Casillas de Alba
México D.F., a jueves 7 de noviembre, 2013.— Esperaba con ansias el momento para compartir con ustedes tres temas que tienen que ver con la Tosca de Puccini, la ópera que será transmitida en vivo y en directo desde el MET de Nueva York este sábado 9 de noviembre. El primero tiene que ver con la reflexión que hace Caravadossi después de haber visto desde el tablado el cuadro que está pintando con la imagen de María Magdalena con ojos azules y cabello rubio, lo contrario a su amante Floria Tosca, la diva que no tarda en llegar y ponerse celosa por eso mismo.
El pintor se sube al tablado y desde ahí ve su cuadro. Por un momento se queda callado. Luego se de cuenta de cómo se oculta la armonía de las bellezas opuestas… Floria es morena (y el metiche Sacristán comenta entre líneas que él siempre bromea con las cosas profundas y deja a un lado los asuntos de la iglesia), pero él no le hace caso y sigue pensando en la recondita armonia.
Aparte de la intensa melodía, sabemos que está filosofando como lo hacía Julieta cuando se sube al balcón para preguntarse qué es lo que está detrás de un nombre y si una rosa seguiría siendo lo mismo aunque se llamara de otra manera (aunque tenía 14 años de edad cuando se hizo esas preguntas) y Gertrude Stein le contesta muchos siglos después: a rose is a rose, is a rose, is a rose.
Subirse al tablado o al balcón para ver las cosas desde otra perspectiva es metafórica y realmente útil para ver el panorama a distancia y con mayor amplitud como muchas veces nos hace falta.
Luego Tosca nos deslumbra en medio de su angustia cuando ya no ve salida alguna excepto entregarse al chantaje de Vitelio Scarpia, el jefe de la policía, que abusa de su poder. Como ella es una diva, todo lo que sabe hacer es cantar y así le reclama a Dios —para que lo escuche Scarpia—, a ver si lo conmueve y a nosotros nos mueve el tapete con las mismas ganas de quejarnos —como bien me dice un amigo, lo han hecho otros personajes de la Biblia, Job entre ellos—, preguntándonos por qué si hemos vivido del arte, es decir si no hemos hecho mal a nadie ¿por qué, por qué Señor, por qué me pagas de esta manera?
Y con estas dos arias sabemos que valió la pena ver y volver ver esta magnífica obra que nos lleva de la mano por los laberintos que inventó en primera instancia Victoriano Sardou y que luego Puccini le metió la mano para que fluyera con esa gran proliferación de ideas musicales —como dice Sergio Vela en la conferencia que hemos producido en aulabierta.org— para deleite de los que nos gusta la opera antes de quedar seducidos por su intensidad, por su agilidad, por las intrigas y, en el fondo —como dice Vela—, porque se trata de la lucha que hay entre el amor apasionado y libre y el poder junto con las convenciones sociales los verdaderos villanos.
No podemos dejar de señalar la tercera pata de esta obra en donde finalmente se recarga el peso de toda la obra, escuchando, tarareando sin dejar de conmovernos, cuando Cavaradossi sabe que está condenado a ser fusilado al amanecer que pronto estará sucediendo para despedirse de la vida, mientras brillan las estrellas (E lucevan le stelle…) y recordando cuando ella entraba con esa fragancia y los besos que se daban y él, tembloroso, iba descorriendo los velos para descubrir su cuerpo desnudo, su piel suave para poder contemplar toda su belleza.
¡Qué manera de despedirse! ¡Y nunca antes amé tanto la vida! —dice antes del llanto y que se cubra la cara, y Puccini abuse de nosotros con la intensidad de esa melodía con la que acaba la obra.
México D.F., a jueves 7 de noviembre, 2013.— Esperaba con ansias el momento para compartir con ustedes tres temas que tienen que ver con la Tosca de Puccini, la ópera que será transmitida en vivo y en directo desde el MET de Nueva York este sábado 9 de noviembre. El primero tiene que ver con la reflexión que hace Caravadossi después de haber visto desde el tablado el cuadro que está pintando con la imagen de María Magdalena con ojos azules y cabello rubio, lo contrario a su amante Floria Tosca, la diva que no tarda en llegar y ponerse celosa por eso mismo.
El pintor se sube al tablado y desde ahí ve su cuadro. Por un momento se queda callado. Luego se de cuenta de cómo se oculta la armonía de las bellezas opuestas… Floria es morena (y el metiche Sacristán comenta entre líneas que él siempre bromea con las cosas profundas y deja a un lado los asuntos de la iglesia), pero él no le hace caso y sigue pensando en la recondita armonia.
Aparte de la intensa melodía, sabemos que está filosofando como lo hacía Julieta cuando se sube al balcón para preguntarse qué es lo que está detrás de un nombre y si una rosa seguiría siendo lo mismo aunque se llamara de otra manera (aunque tenía 14 años de edad cuando se hizo esas preguntas) y Gertrude Stein le contesta muchos siglos después: a rose is a rose, is a rose, is a rose.
Subirse al tablado o al balcón para ver las cosas desde otra perspectiva es metafórica y realmente útil para ver el panorama a distancia y con mayor amplitud como muchas veces nos hace falta.
Luego Tosca nos deslumbra en medio de su angustia cuando ya no ve salida alguna excepto entregarse al chantaje de Vitelio Scarpia, el jefe de la policía, que abusa de su poder. Como ella es una diva, todo lo que sabe hacer es cantar y así le reclama a Dios —para que lo escuche Scarpia—, a ver si lo conmueve y a nosotros nos mueve el tapete con las mismas ganas de quejarnos —como bien me dice un amigo, lo han hecho otros personajes de la Biblia, Job entre ellos—, preguntándonos por qué si hemos vivido del arte, es decir si no hemos hecho mal a nadie ¿por qué, por qué Señor, por qué me pagas de esta manera?
Y con estas dos arias sabemos que valió la pena ver y volver ver esta magnífica obra que nos lleva de la mano por los laberintos que inventó en primera instancia Victoriano Sardou y que luego Puccini le metió la mano para que fluyera con esa gran proliferación de ideas musicales —como dice Sergio Vela en la conferencia que hemos producido en aulabierta.org— para deleite de los que nos gusta la opera antes de quedar seducidos por su intensidad, por su agilidad, por las intrigas y, en el fondo —como dice Vela—, porque se trata de la lucha que hay entre el amor apasionado y libre y el poder junto con las convenciones sociales los verdaderos villanos.
No podemos dejar de señalar la tercera pata de esta obra en donde finalmente se recarga el peso de toda la obra, escuchando, tarareando sin dejar de conmovernos, cuando Cavaradossi sabe que está condenado a ser fusilado al amanecer que pronto estará sucediendo para despedirse de la vida, mientras brillan las estrellas (E lucevan le stelle…) y recordando cuando ella entraba con esa fragancia y los besos que se daban y él, tembloroso, iba descorriendo los velos para descubrir su cuerpo desnudo, su piel suave para poder contemplar toda su belleza.
¡Qué manera de despedirse! ¡Y nunca antes amé tanto la vida! —dice antes del llanto y que se cubra la cara, y Puccini abuse de nosotros con la intensidad de esa melodía con la que acaba la obra.