Las tres revoluciones industriales pasadas han sido asociadas al término “progreso”; la que ya se asoma en el horizonte viene aderezada con ingredientes como el miedo, la preocupación, la incertidumbre y, por qué no, la indiferencia.
Por Fausto Escobar S. En una de sus obras emblemáticas, titulada Revolución en el tiempo, David Landes aseguraba a principios de los ochenta que el reloj no sólo era un medio para seguir la marcha de las horas sino para sincronizar las acciones humanas, por lo que –a su parecer– fue el invento vital de la industria moderna, cuya importancia rebasó incluso a la máquina de vapor y al ferrocarril. Este historiador económico, nacido en Estados Unidos, también afirma que existen por lo menos tres acepciones o modos de uso del término “revolución industrial”:
La Segunda Revolución Industrial se produjo aproximadamente entre 1870 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial, cuando las innovaciones tecnológicas siguieron ocupando una posición neurálgica junto con los cambios organizacionales ocurridos en las empresas y mercados. Aquí las invenciones técnicas estuvieron concentradas esencialmente en nuevas fuentes de energía como el gas, la electricidad y el petróleo. Asimismo, comenzaron a utilizarse nuevos materiales y sistemas de transporte (como el avión y el automóvil) o de comunicación (el teléfono y la radio), procesos que se produjeron en el marco de la denominada “primera globalización”, que supuso una creciente internacionalización de la economía y un mayor alcance geográfico. La Segunda Revolución Industrial se distinguió igualmente por la electrificación de las fábricas, dando lugar a la producción masiva de bienes manufacturados y teniendo al automóvil como al máximo exponente de esta nueva era; de hecho, la energía eléctrica convergió con el motor de combustión interna, la que para ciertos procesos era propulsada por combustibles fósiles derivados principalmente del llamado oro negro. Por su parte, la conjunción de la tecnología de comunicación de internet y las energías renovables, a mediados de la centuria pasada, marcaron el punto de partida de la Tercera Revolución Industrial, aunque con los avances registrados en lo que llevamos de este siglo hay quienes igualmente la han definido como Revolución Científico-Técnica o Revolución de la Inteligencia. Esta última metamorfosis comenzó hace unos 30 años con la microelectrónica, el auge de internet, mayor énfasis en la investigación y el desarrollo (I+D), el uso de energías 100% renovables, el big data, la tecnología smart grid o red para la distribución inteligente de energía eléctrica, el transporte basado en vehículos eléctricos y la biotecnología, sumado al rápido desarrollo de las industrias informática y de telecomunicaciones. Oscuro panorama Hay quienes aseguran que la Cuarta Revolución Industrial ya está en marcha, mientras que otros sostienen que aún es demasiado pronto para decir que ya comenzó, aunque ambas posturas coinciden en que el panorama estará caracterizado por el irrefrenable uso de tecnologías como el big data, la nube, el internet de las cosas (IoT) y el internet de todo (IoE). Especialistas de la talla de Hans Vestberg, jefe de Presidencia de Ericsson, consideran que el IoT alcanzará su plenitud hacia el año 2020, y sólo hasta entonces, “cuando al menos 50,000 millones de aparatos estén conectados entre sí, habremos llegado a una Cuarta Revolución Industrial”, la que también estará definida por un evidente cambio a nivel de logística y de la cadena de suministros debido a la creciente robotización de los almacenes y a la entrega de productos mediante el uso de drones, y qué decir de la digitalización y la impresión en 3D, tecnologías que impactarán específicamente en los procesos productivos y los mercados laborales. En cuanto a esta última cuestión en específico, se estima que al menos cinco millones de empleos se perderán en tan sólo cuatro años dentro de las más importantes economías del mundo, según se anticipó el primer día de actividades del Foro Económico Mundial celebrado del 20 al 23 de enero en Davos, Suiza, cuya agenda fue completada con temas sobre la seguridad en internet, las nuevas tecnologías adaptadas a la salud, el medio ambiente y las energías alternativas. El impacto en el mercado laboral y el descontrol para la habilitación del capital humano que será desplazado por la tecnología, el aumento de la desigualdad, la baja o nula planificación de los cambios sociales y todo lo relativo a la seguridad fueron algunos de los tópicos que se debatieron durante la edición 2016 de este encuentro, que oportunamente se tituló Gestionar la Cuarta Revolución Industrial, misma que fue definida por algunos de los participantes como “una especie de tsunami de avances tecnológicos” que transformará todos los sectores industriales a razón de un mundo cada vez más digitalizado. La Cuarta… ¿y luego reversa? Hacer un recuento de lo que han significado las tres primeras revoluciones industriales es también un buen pretexto para resaltar un punto de coincidencia: en cada una cambiaron las fuentes de energía básicas, el tipo de actividades industriales más dinámicas, su localización en el territorio y los medios de comunicación disponibles para desplazar mercancías, personas e información, pero todo indica que la inminente llegada de la Cuarta Revolución Industrial ubicará al ser humano como el punto de inflexión dentro de una puesta en escena basada en su esencia moral y ética. ¿A qué nos referimos con ello? En una especie de “probadita” de la 46 edición del Foro Económico Mundial, los propios organizadores señalaron que la interconexión creciente de la economía global traerá consecuencias incontrolables, pues ni los gobiernos ni la sociedad civil serán capaces de resolver los grandes desarreglos económicos de este “auténtico maremoto”, tal y como lo calificó Klaus Schweb, presidente y fundador del evento. Lo cierto es que el mundo en general espera que encuentros como éste sean una plataforma para el intercambio de experiencias y el desarrollo de propuestas oportunas ante problemáticas específicas, pero todo indica que el Foro no es más que un simple balance o listado de errores cíclicos donde la palabrería y la socialitése toman unas “merecidas” vacaciones en la nieve, ¿o acaso no se ha hablado ya hasta el cansancio de la desigualdad y las brechas digitales, del armamentismo, de la guerra fallida contra el narcotráfico, de la seguridad alimentaria, del medio ambiente, del empleo y la realidad del capital humano, del comercio internacional, de la paridad de género y la inclusión social, del futuro del sistema financiero y de la salud globales? Es evidente que para darle un toque más “in”, en esta edición del Foro dichas problemáticas fueron orientadas hacia el tema tecnológico, incluyendo sus impactos en lo económico, político y social, pero sobre todo para presagiar lo que nos espera con respecto a la inminente llegada de la Cuarta Revolución Industrial. Como ya se dijo, los avances tecnológicos y su impacto han determinado el comienzo y el fin de cada una de las revoluciones industriales que conocemos, y ya sea con o sin consenso, las tres han sido asociadas al término “progreso”, mientras que la que ya se asoma en el horizonte viene aderezada con varios ingredientes como el miedo, la preocupación, la incertidumbre y, por qué no, la indiferencia. ¿Estaremos a punto de presenciar el nacimiento de una nueva generación de “pecadores digitales”? Justo de este tema, si ustedes me lo permiten, hablaremos en la siguiente entrega. Fausto Escobar S. es Director General de Habeas Data México y HD Latinoamérica. Publicado en Forbes. |
AutoresEl equipo de aulabierta comunicando sobre el aprendizaje masivo. aulabierta en medios |