¿De qué manera podemos mitigar y digerir la muerte súbita de nuestra pareja? ¿Cómo podremos soportar nuestro duelo de una mejor manera? Sabemos que el amor y la muerte son dos temas que nos atañen en primera instancia, por eso, con el mito de Orfeo compartimos la angustia de la pérdida y nos hagamos la ilusión de una posible vuelta a la vida, de tal manera que podamos aliviar un poco el dolor a través de una catarsis cuando oigamos cantar a Orfeo su desesperación:
Así invoco a mi amada, al amanecer y en el crepúsculo.
Pero, el ídolo de mi corazón no me contesta.
¡Eurídice! ¡Eurídice! Sombra amada, ¿dónde te escondes?
Tu fiel esposo afligido no cesa de llamarte en vano, a los dioses suplica tu regreso, y propaga a los cuatro vientos sus lágrimas y lamentos. Por eso, te busco en estas funestas orillas...
Mañana se estrena la ópera Orfeo y Eurídice de Gluck, (1762) una obra que está en la frontera entre el barroco y el clasicismo y se considera el inicio de las óperas tal como la conocemos en nuestros días. Estará en el Palacio de las Bellas Artes mañana día 12, el 14, 16 y 19 de marzo.
Orfeo canta tan bien que “las fieras lo seguían, las plantas y los árboles se inclinaban y suavizaba el carácter de los hombres ariscos”. El poeta Virgilio escribió la versión más rica y acabada en donde Eurídice, recién casada, paseaba descalza por la orilla de un río de Tracia, cuando una serpiente la muerde y muere súbitamente. Orfeo desconsolado, le pide permiso al dios Amor para que pueda descender al inframundo y su adorada Eurídice pueda volver a la luz del día.
La pérdida de la pareja nos puede dejar hechos polvo, tal como le pasó a Orfeo, quien intenta por todos los medios resolver la ausencia de su mujer y por eso, convence al dios Amor para que pueda cruzar los infiernos, evadir a las Furias para llegar a los Campos Elíseos en donde está su mujer. El dios acepta con una condición: no puede verla por ningún motivo.
Orfeo entra al Hades, enfrenta con su canto a las Furias y pasa a los Campos Elíseos donde encuentra a Eurídice para crear una tensión tremenda por cumplir lo convenido, pues lo que más deseaban los dos era abrazarse, besarse y todo lo demás, pero él no puede verla y Eurídice, con razón, se pregunta si todavía lo quiere, pues no entiende por qué la trata de esa manera. Por ahí oímos que Orfeo canta esto:
¡Eurídice vivirá y estará presente!
Aunque, después de tantos sufrimientos no debo mirarla, ni estrecharla contra mi pecho. ¡Desgraciada esposa! ¿Qué pensará? … ¡Sólo tú, Eurídice, puedes desvanecer las penas de mi corazón! Tus suaves palabras, tus amorosas miradas, una sonrisa tuya, son los mayores dones que desearía tener...
Ella lo sigue y, cuando están a punto de salir, Orfeo duda por un instante si lo está siguiendo, Voltea a verla. En ese instante, Eurídice se desvanece y muera por segunda vez. Orfeo se siente responsable de su muerte definitiva.
Gluck cambia el final del mito y permite que el dios Amor se conmueva —igual que nosotros— para que vuelva a la vida y podamos tener un final feliz.
Orfeo es Leandro Marizzotte, contratenor, una voz que logra conmovernos más que ninguna otra; Eurídice es la soprano Anabel de la Mora, como Mariana Ruvalcaba es el dios Amor; Antonio Castro es un feliz director de escena e Iván López Reynoso es el director concertador de la orquesta y coro del Teatro de Bellas Artes. La ópera tiene momentos sublimes en la voz del contratenor y es probable que, en algunas escenas, nos conmueva hasta las lágrimas.
Tiempo después, Orfeo, el cantor, llega a los Campos Elíseos donde canta y deleita a los que ahí se encuentran, como nos va a deleitar a los que estemos en el Palacio de Bellas Artes.
Ojalá disfruten estas historias,
Martín Casillas de Alba
Sábado 11 de marzo, 2023.
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