Se ha enfrentado a crisis que abarcan desde la independencia de colonias hasta el Brexit o la pandemia
Ha sabido mantener su posición simbólica por encima del bullicio diario
Reino Unido viste de negro. El país entero está de luto tras conocerse la noticia este jueves de la muerte de su reina, Isabel II, después de siete décadas en el cargo. La monarca tenía 26 años cuando asumió la corona y no la ha soltado hasta cumplidos los 96. En todo este tiempo ha estrechado la mano de 15 primeros ministros ingleses, desde Winston Churchill hasta la recién llegada Liz Truss, a quienes separa un siglo entero, un dato que destacó este jueves la BBC para dar una magnitud del reinado de Isabel II: Churcill nació en 1874 y Truss en 1975, pero ambos han presidido el país que ella reinaba.
Siete décadas dan para mucho. La hasta ahora reina de Inglaterra se ha enfrentado a crisis que abarcan desde la independencia de las colonias pertenecientes a la Mancomunidad de Naciones, en la década de 1950, hasta el Brexit o la pandemia del coronavirus, hace apenas un par de años. También se ha codeado con varias generaciones de líderes mundiales de todas las partes del mundo. Los actuales, como Pedro Sánchez, Emmanuel Macron, Ursula Von der Leyen o Justin Trudeau se han despedido de ella en las últimas horas a través de sus redes sociales. En Inglaterra, miles de personas acudieron la misma noche del jueves a las puertas del Palacio de Buckingham para hacerlo entre lágrimas, aplausos, cantos del himno y ramos de flores. Porque, a pesar de haberse convertido en la monarca que ha ejercido el liderazgo más largo de la historia de Reino Unido, también ha conseguido que sus súbditos la quieran hasta el final.
La coherencia en su posicionamiento por encima del bullicio diario de todos estos años es una de las claves por las que la monarca es ahora tan reconocida, según explica el profesor de estrategia de EADA Business School, Ramon Noguera Hancock. “Ha terminado encarnando la continuidad del estado a través de las vicisitudes. Cuando tienes un mundo muy volátil, rápido, complejo, incierto y ambiguo, verla estar a las duras y a las maduras, siempre en el mismo sitio, le da un valor añadido por ser una de las pocas posiciones y valores fijos a lo que te puedes agarrar en un país en el que todo cambia”, reconoce.
De madre inglesa, como denota su segundo apellido, el profesor tiene la doble nacionalidad y trabajó para el gobierno británico hasta 2004, así que conoce de primera mano el respeto que se tenía hacia la monarca. Sin embargo, recuerda que, paradójicamente, la distancia y el hieratismo institucional por los que ahora se le valora fueron fuertemente reprobados durante su mayor crisis reputacional: la muerte de Diana de Gales en agosto de 1997. “En ese momento en el que hubo una especie de catarsis emocional en el país hacia la figura de Diana, la frialdad con la que la reina reaccionó contrastó mucho y generó muchas críticas”, rememora.
Con el tiempo, en cambio, Noguera considera que Isabel II consiguió encontrar el equilibrio a base de mantenerse siempre en la misma posición. “Entendió que su función era simplemente representar y ser un símbolo. Se adaptó desde la discreción, desde un segundo plano, sin querer tener una opinión importante porque ese no era su rol. Su deber era estar por encima de estos debates, pero estar apartado no significa que no estés visible”, afirma.
La reina de Inglaterra ha repetido año tras año como una de las 100 mujeres más poderosas del mundo, según la revista Forbes, pero ni siquiera toda esa autoridad le ha hecho salirse de las líneas marcadas, algo que admira el profesor de Desarrollo de Personas y Gestión del Cambio en Deusto Business School, Jon Segovia. “Aun teniendo, obviamente, sus propias ideas y estando muy bien informada, ha sabido morderse la lengua porque sabe que sus palabras tienen un efecto muy grande. Y no es fácil. Por eso, creo que ha tenido el ego muy bien puesto y ha sido una persona humilde a pesar de todo su poder”, destaca.
La combinación de la escucha con la toma de decisiones en momentos puntuales ha caracterizado su reinado desde sus inicios, en 1952, cuando el trono le pilló por sorpresa en medio de su juventud. “Fue una persona con una inteligencia muy grande y con una lectura muy rápida de las circunstancias. Al principio, se apoyó mucho en Churchill y se dejó guiar muy bien. Podía haber tenido un orgullo descomunal y no fue así, se dejó aconsejar”, advierte Segovia.
De hecho, la colaboración es una de las tres claves del éxito del liderazgo de la reina que menciona la profesora de EAE Business School Maite Moreno. “Siempre se ha rodeado de asesores, nunca ha llevado a cabo su rol sola, colabora con quienes la rodean, toma decisiones con su equipo y comparte responsabilidades con el resto de su familia, como lo haría cualquier líder exitoso”, comenta.
Las otros dos son la resiliencia y una marca personal auténtica. “Perdió a su esposo y, sin embargo, volvió al trabajo tan solo días después de su muerte. Hechos como este demuestran sobradamente esta importante habilidad”, evoca como demostración de la primera. Sobre la segunda, afirma que la reina Isabel tiene uno de los rostros más reconocidos del mundo: “Es conocida por su estilo de vestir, por cómo se comporta, lo que dice... Todo ello está perfectamente alineado y hecho desde la más estricta autoconciencia”, estima Moreno.
Curiosamente, la mayoría de estos rasgos son completamente opuestos a los que definen a muchos de los líderes actuales. Tanto Donald Trump o Jair Bolsonaro, como Vladímir Putin o Boris Johnson, que hace apenas días se despedía como primer ministro británico con un “Esto es todo amigos”, son un ejemplo del llamado “liderazgo de los hombres fuertes”, según el profesor de los departamentos de Derecho y Dirección General y Estrategia de Esade, José María de Areilza. “Isabel II ha sido una grandísima profesional en una profesión muy difícil. Ha ejercido un tipo de liderazgo muy distinto de este que está ahora en boga en el que gesticulan mucho y quieren tomar muchas decisiones a diario. El suyo estaba en las antípodas de eso, era muy discreto, con mucha lealtad a su misión y mucha serenidad”, resalta.
Esa misión, dice, era seguir siendo leal a una manera muy tradicional de entender la monarquía sin dejar por ello de demostrar una gran capacidad de adaptación. “Un elemento muy importante en el liderazgo es la experiencia y ella ha tenido 70 años de experiencia reinando. Eso no significa que haya pasado por muchas cosas, sino que ha sabido aprender mucho de lo que ha ocurrido”, opina el profesor.
Es imposible que su hijo Carlos III, que hereda el título con 73 años, alcance tantos años de experiencia en el trono. Pero, al menos, como afirma de Areilza, la reina “entrega la corona a su sucesor en una situación muy buena de popularidad, de cariño hacia la corona y de comprensión popular sobre cuál es el papel del monarca”.
LA INFLUENCIA DE "THE CROWN"
Ficción real. Para Ramon Noguera, de EADA, la serie The Crown, de Netflix, ha jugado un papel muy importante a la hora de acercar la figura de la reina al pueblo y que la sociedad la conozca mejor. La trama consiste en una crónica de la vida de Isabel II de los años 40 a los tiempos modernos. A medida que pasan las décadas, se revelan intrigas personales, romances y rivalidades políticas. El creador de la serie, Peter Morgan, reconoció este viernes que “por respeto a la monarca” había detenido su rodaje y, de momento, se desconoce cuándo se reanudará.
Publicado en EL País.
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