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Veinte trucos para saber escribir una buena historia periodística, te la compren y te la publiquen

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El Máster de Periodismo Multimedia de EL ESPAÑOL es, a la vez, el más innovador, con un Lab de IA y siete meses de prácticas en el diario, y el más clásico: enseña cómo escribir un reportaje o una crónica, con lo necesario y lo que sobra.

Estos consejos que siguen a continuación fueron escritos por el director del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL y de la Universidad Camilo José Cela y enviados a los alumnos de la segunda promoción, en noviembre pasado, tras leer los reportajes que realizaron aquella semana.

Estos alumnos están ahora inmersos en las Prácticas en la redacción del diario de Pedro J. Ramírez.

Al menos dos de ellos se convertirán en periodistas de EL ESPAÑOL a mediados de septiembre, al ser contratados. En la primera promoción fueron contratados seis. Un compromiso de trabajo único en comparación con otros másteres similares.

La evolución de los estudiantes durante el curso la realizan los profesores, periodistas en activo, pero también y de manera directa el máximo responsable del Máster, en un doble tutelaje de control y de calidad.

Los 20 Consejos Prácticos:

Un titular nunca debe comenzar ni con un gerundio ni con una interrogación. 'Nunca' tiene sus excepciones. Los periodistas trabajan para dar respuestas al lector, oyente o televidente, no para hacerle preguntas.

Es muy importante que el receptor de la información, 'el señor cliente' de los periodistas, entienda con claridad desde el principio por qué se hace y se publica esa pieza en concreto, y no otra.

Debe ponerse el énfasis en lo capital y aportar pistas claras casi desde el arranque sobre las nuevas aportaciones, para así enganchar el interés del lector.

Siempre debe predominar algo en la pieza publicada, ya sea una noticia, una crónica, un reportaje, incluso en un artículo de opinión. Esto vale para todos los géneros periodísticos.

No porque aparezcan muchos nombres, datos, tramas... un reportaje es mejor y más completo. Si no se calibra bien, la acumulación de elementos se convierte en un 'casino', como dicen los italianos; en un lioso laberinto. Existe el riesgo, incluso, de que el jefe no acabe de leerlo y, por tanto, no se publique.

Una pieza periodística no es ni una novela ni un ensayo. Es preferible que la historia esté centrada en uno, dos o tres personajes o hechos que en quince, pero bien explicados y desarrollados.

Lo mismo sucede con los datos. Una profusión de datos impide la lectura y el relato ordenado. Lo mismo ocurre con la acumulación de nombres.

Los periodistas no escriben literatura ni son escritores, aunque muchos lo sean o acaben siéndolo. Son dos profesiones distintas. Los arranques poéticos están prohibidos. También las frases largas y alambicadas que cueste entender.

Los periodistas son informadores. Están obligados a escribir correctamente, a expresarse con claridad y de manera directa.

Debe acudirse a los sitios. Y si no se permite salir de la redacción, será responsabilidad del jefe. Los pequeños detalles —que actúan como una escarpia sosteniendo el interés del lector— no se aprecian a través del teléfono o en un WhatsApp.

Las frases hechas son censurables en el periodismo. No resultan adecuadas ni siquiera en una charla informal.

Menos es más. Se debe escribir y describir con menos palabras que con más. El tiempo del consumidor de información es sagrado. Lo cual no significa caer en el laconismo ni en la grisura. Ser conciso añade precisión al lenguaje.

Tan inadecuado es escribir como se habla, salvo que se posea una oratoria excepcional, como la afectación al expresarse. Debe procurarse un lenguaje claro y preciso, algo que se logra con muchas horas de oficio y con lecturas constantes.

No es sancionable repetir el mismo verbo en dos párrafos seguidos, pero causa una impresión desfavorable, entre la abulia y la desgana. Buscar sinónimos con exceso conduce, la mayoría de las veces, a la imprecisión y al enrevesamiento.

El lector debe inferir conclusiones al acabar de leer, escuchar o ver, no recibirlas formuladas y mascadas. En tal caso, la pieza informativa puede adquirir el sesgo de opinión del periodista.

Las pequeñas sorpresas en un texto son la sal de una pieza periodística. Los relatos monocordes aburren incluso al lector mejor predispuesto. Incluir un dato interesante, un detalle, un entrecomillado con fuerza… son elementos valiosos. Son ‘lucecitas’ que alientan continuar leyendo o escuchando y mantienen la atención.

Una historia extensa debe dividirse con algún apoyo: descripción de localizaciones, cuadro de datos no excesivamente complejo o contexto histórico que ayude a entender el antes o el después. Así se evita la linealidad y la monotonía visual.

Las fotos… Si no hay foto, no hay reportaje. Si no existe una imagen digna de ser publicada, no hay historia que valga más de 300 palabras.

Intentar decir demasiado es el mejor camino para no precisar nada y para que el lector se pregunte el porqué de lo leído o escuchado. “¿Qué se ha contado de nuevo?”, podría cuestionarse.

Así como los generales victoriosos romanos al entrar en Roma por la Vía Apia llevaban detrás un esclavo susurrando “recuerda que eres humano”, los periodistas nunca deben pasar por alto que el lector quizás no sabe tanto como ellos sobre un asunto en concreto. No debe darse por hecho que conoce términos técnicos, siglas, sucesos pasados o personajes citados. Pero, cuidado, tampoco lo contrario: no conviene escribir como si el lector fuera un ignorante.

El arranque y el final son fundamentales. Como en la vida diaria, las primeras palabras y las últimas marcan el recuerdo. Es preferible evitar la pedantería o el tedio al escribir.

En el periodismo español existe un desprecio casi bíblico por datos personales básicos que ayudan a enmarcar al sujeto principal o secundario, como la edad, el lugar de nacimiento, la profesión o el estado familiar.

No siempre es necesario incluir todo de todos, pero, en caso de duda, conviene hacerlo e intercalarlo en el texto.

Para que la publicación de una pieza tenga sentido, debería regir el lema decimonónico de The New York Times: ofrecer al lector solo noticias merecedoras de ser impresas. En el periodismo digital actual, además de calidad, se necesita cantidad para conseguir una audiencia competitiva.

Ahora bien, para que el jefe acepte publicar una pieza, esta debe cumplir uno de estos dos requisitos, o ambos a la vez: ser exclusiva —una primicia o scoop—, o tener un enfoque diferenciador respecto al contenido de la competencia.

En el Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL y de la Universidad Camilo José Cela, enseñar este doble requisito constituye una prioridad. Con un objetivo claro: que el estudiante logre el éxito profesional o, al menos, pueda ganarse la vida.


Publicado por El León de El Español.

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